Cambió el escenario, no la lucha
Una decisión aberrante del juez Oyarbide dio lugar a la apertura del Casino, clausurado el 9 de diciembre por la jueza Servini de Cubría. La resolución de Oyarbide fue un verdadero bando militar que amplió el radio de acción de la Prefectura para impedir el bloqueo de las instalaciones del Casino por parte de los huelguistas. La resolución establece un verdadero estado de sitio de la zona adyacente al puerto.
La apertura se produjo luego de que el Ministerio de Trabajo, que abiertamente saboteó la posibilidad de sentar a la patronal con los representantes de los trabajadores, hiciera lugar a un pedido conjunto de la burocracia de Aleara y la patronal para que se abriera el Casino y se "liberaran" las puertas de entrada por medio de la Prefectura.
Tanto la patronal como la burocracia (que sacó afiches al respecto), suponían que los luchadores del Casino instalados en la Plaza de Mayo habían quedado aislados del conjunto de los trabajadores. Actuaron con la expectativa de que una apertura con la "garantía" de la Prefectura produciría una "corrida" que desmantelaría la lucha.
Para sorpresa de unos y otros, los trabajadores del Casino se fueron de la Plaza de Mayo y convocaron a una memorable asamblea en el Parque Lezama con más de 400 trabajadores de Aleara, que votaron por unanimidad continuar la lucha hasta que la empresa se sentara a discutir con sus representantes el conflicto.
La patronal no conocía exactamente el pulso de la situación. Sí lo conocían los dirigentes de la huelga que, a través de su boletín de informaciones de la lucha, habían llegado casi al 80% del personal; sabían que aun los que no participan abiertamente del piquete apoyaban la lucha, pues saben que una vuelta al trabajo sin los delegados y sin los activistas transformaría al Casino en la misma cárcel que es el Hipódromo de Palermo (en el que también está Cristóbal López).
La patronal fracasó estrepitosamente en el intento de cambiar despidos por arreglos que dejara afuera sólo a los activistas. Hasta el día de hoy, sólo siete de los 97 despedidos aceptaron la indemnización. Se han producido algunos retiros voluntarios de sectores que no participaron de los piquetes y también entre los propios carneros, que no aguantan la presión del 90% de sus compañeros afuera luchando y un Casino semidesierto dominado por las patotas de Aleara y el Somu más la Prefectura. Aunque son despidos encubiertos, estos arreglos no le sirven a la patronal pues no afectan el corazón de su problema: que el activismo se mantiene firme en la lucha. A pesar de los dos meses, no han podido derrotarlo ni con patotas, ni con la Prefectura ni con las burocracias sindicales del Aleara y del Somu.
Batallas en las puertas
del Casino
Luego de la asamblea de Lezama, los compañeros marcharon, con las trabajadoras del Casino y las madres de los trabajadores al frente, ante las barbas mismas de la Prefectura, que dispuso un bloqueo con más de 700 efectivos para impedir que se reinstalara el piquete en las puertas del Casino. Los acompañaron decenas de activistas, delegados, comisiones internas y una fuerte columna de mas 400 compañeros del Partido Obrero.
A partir de allí se inició un bloqueo que impidió la llegada de las combis y los clientes, restaurando en el puerto el acampe de Plaza de Mayo. Cambió el escenario pero no la fuerza del conflicto. Oyarbide, la patronal y el Ministerio de Trabajo sufrieron una primera derrota. Al segundo día de acampe, mientras los trabajadores seguían armando su boletín de informaciones de la lucha, recibían muestras de solidaridad de los vecinos de la costanera Sur y de la inmensa cantidad de camioneros que pasan por el puerto. Ese día realizaron un festival y comenzaban a llegar delegaciones obreras en apoyo a la lucha.
La patronal, a escondidas, comenzó a hacer entrar a los carneros por el barrio de la Boca a través de un catamarán que atravesaba las fétidas aguas del Riachuelo con más policías que trabajadores y clientes. Al salir a la luz la maniobra, una delegación de madres de Casino realizó un valiente piquete en el embarcadero denunciando ante todos los medios a la patota de Aleara y a la Prefectura. Lo que produjo otra derrota, esta vez en el pintoresco "Caminito". No caminó más el Catamarán de carneros y clientes.
Cerrada la entrada por la Boca y con las entradas bloqueadas en las adyacencias del Casino, no llegaban clientes y había muy poco personal. Entonces se puso de manifiesto crudamente todo el poder del Estado a favor de la patronal amiga de Kirchner. La Prefectura, sin mostrar ninguna orden, avanzó violentamente sobre el piquete pateando todos los enseres del acampe y a palos expulsó a los trabajadores hasta la calle Madero, donde termina su "jurisdicción represiva". A los 15 minutos llegó el "apoyo" de la Federal que, también sin orden alguna, fue haciendo retroceder a los trabajadores del Casino, también a palos y empujones, hasta las escalinatas de la Facultad de Ingeniería. La Federal detuvo a un trabajador.
Si López, la Federal y la Prefectura creían que el desalojo era el fin de la huelga volvieron a equivocarse. Los delegados convocaron una nueva asamblea a las seis de la tarde en las escalinatas de Ingeniería. Volvieron a concurrir 400 trabajadores del Casino. En asamblea, rodeados de la solidaridad de la izquierda y de fábricas movilizadas como Parmalat, decidieron volver a la puerta del Casino. Casi 1.500 compañeros recorrieron otra vez el camino hacia las puertas del Casino y volvieron a reinstalar el piquete ante el asombro de los más de 300 infantes de la Prefectura y los gerentes de la empresa que creían que habían triunfado en el "operativo desalojo".
Una vez en el lugar, volvieron los bloqueos que debilitaron el ingreso de clientes. El martes 15, otra multitudinaria movilización de solidaridad de más de 2.000 compañeros vino en apoyo del piquete fortaleciendo el ánimo de estos grandes luchadores.
Luchamos para ganar
La huelga del Casino ya lleva más de 60 días. Sólo con leer la crónica de los últimos acontecimientos se aprecia que empieza a entrar en la historia de las grandes luchas obreras. Los trabajadores han sorteado enormes obstáculos. La lucha ha templado una dirección joven que ha realizado un curso acelerado de cómo funciona el Estado al servicio de las patronales. Están enfrentando al frente unido de patotas del Somu, de Aleara y del Turf, a la Prefectura, a la Federal, la complicidad de jueces laborales, civiles y penales y a un Ministerio de Trabajo al Servicio de Cristóbal López, que nunca quiso sentarse a discutir.
La juventud trabajadora es la emergente obrera más importante de este período: el Casino, los trabajadores de los "call center", los de los supermercados; los conflictos obreros son dirigidos, en su inmensa mayoría, por jóvenes sin gran experiencia sindical, pero con una voluntad de lucha que los postulan como el futuro del modelo de la clase obrera. Tienen dos cuestiones en común: un repudio generalizado a los métodos de flexibilización laboral y un gran desprecio por la burocracia sindical a la que ven actuar directamente contra las huelgas y en defensa de las patronales.
Mantengamos el sistema de asambleas casi diarias que se ha instaurado, fortalezcamos el Boletín de informaciones de la lucha, que anuda lazos con los compañeros que no están en el piquete, pero se niegan a ir a trabajar a un Casino militarizado. El Boletín, entregado en la casa de cada trabajador, mide nítidamente el verdadero espíritu que reina entre los compañeros. Mantengamos y fortalezcamos el acampe, rodeándolo de solidaridad, impulsando otras movilizaciones y continuando el asedio a una empresa que está perdiendo millones de pesos con la huelga. Estas son las principales llaves para obligarlos a negociar.
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